Ese lugar del campo era reconocido por los enamorados, la primavera había llegado con los aún tímidos rayos del sol y el viento fresco que peina y despeina. Fue el último brote del rosal pero no le importaba; de hecho, era la consentida de su madre y desde que era un capullo se fue instruyendo en todo lo que una flor madura debe saber: su rosal genealógico, el uso medicinal de los escaramujos, cómo combatir el chancro, el oídio, la mancha negra y demás hongos, qué hacer en caso de granizo, de heladas y, sobre todo, aquellas lindas historias de la literatura clásica como la de Apuleyo donde el asno al comerse algunas rosas (parientes ancestrales de ella) pudo transformarse en hombre. Aprendió también que había nacido en un jardín privilegiado, a donde cientos de enamorados de todas partes del mundo iban a cortar flores como ella para regocijar a sus amadas, así fue como se enteró de la brevedad de la vida pero las tiernas palabras de su madre la reconciliaron cuando le dijo “una rosa no muere hasta ver el primer beso de los enamorados”; a partir de de ese momento aquella frase fue su razón de existir. Así que puso hojas a la obra y se esforzó acérrimamente por cuidarse hasta las raíces para preservar su hermosa figura, incluso ahuyentó a las abejas y al picaflor con sus cosquilleos gratos que fácilmente tentaban a todas sus hermanas. Y así estuvo por varios días, bañándose sólo con el rocío, rizando sus pétalos y preparando un perfume digno de Venus o Dionisos, hasta que a lo lejos vislumbró a quien la tomaría entre sus dedos ―su madre había pronunciado también “el enamorado no escoge a la rosa, la rosa lo escoge a él”― así que cuando fue acercándose ella invocó a todas las plantas del Edén para que le dieran el privilegio de ser la elegida; el joven posó su mirada en ella y una sonrisa radiante floreció en su rostro, se puso en cuclillas y escarbó alrededor de la flor para sacarla tiernamente de la tierra, estuvo a punto de olerla pero se detuvo para no robarle el más mínimo aroma, así que la guardó con cuidado dentro de su gabardina y la luz desapareció para la rosa. Tenía todos sus otros sentidos expectantes a lo que hacía el enamorado, oía el golpeteo apresurado de los pasos y el latido de su pecho que iba a la par de ellos, sentía el roce no muy brusco de la tela del abrigo contra su cara, olía su piel algo sudorosa por los nervios. Creyó que transcurrieron siglos hasta que volvió a ver la luz, estaba de nuevo entre las manos ahora temblorosas del amante, una dejó de sostenerla para dar unos toques frágiles mas sonoros a una puerta que se abrió tras unos instantes y dejó ver a una pareja que desapareció tras un azote atronador acompañado de las palabras adoloridas de un “no me quiere” conjunto al desgarramiento de unos pétalos cortados de un solo tajo y culminando con la caída al suelo de lo que antes fue una flor y ahora era sólo un tallo con espinas, el cual, recordando las palabras de su madre, supo que penaría un amor maltrecho hasta convertirse en polvo.
F. J. Ingelberts
8 comentarios:
ADVERTENCIA: Se suponía que el cuento sería infantil...
Pues serìa, porque no le he visto nada infantil... Me agradò, me pareciò muy cruel, me dio tristeza, pero al final de cuentas, en resumidas cuentas eso es el amor...
Ssluditos paco, que andes bien...
Abrazoooo
Mel triste muy triste, por qué escribes ésas cosas, eh eh! jeje. No se crea. Me agrada que cómo le das vida a todo el entorno de la flor. Pobrecita, toda la ilusión cargada en sus pétalos pa que al final la marchitaran así nomás :(
Un bezo.
fo!
mil años sin saberte, no se bien donde empezo todo y aunque lo pienso mucho, ni idea de donde terminé.
Un abrazo grande!
Quién eres?
asi puede acabar el amor, asi como una rosa en el suelo, sin petalos, sin lo que lo hace hermoso... solo quedan las espinas, todo el dolor...
Al menos no soy el último anónimo!
=D
Así que ya estás en Belgica, me hace felíz saberlo!
Un abrazo!
Buenas noches.
No, pues está bien, al menos parece que todos son conocidos...
Saludos a todos y gracias por leerme.
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